Cuatro años de ensueño y 15 de odisea
Hace 15 años, cuando este redactor era becario de AS, Iker Casillas saludó, con un tímido apretón de manos, la llegada a la Selección de un chico menudo llamado Xavi. Por entonces, el Inter, esa máquina de triturar jugadores, fichaba a un enclenque chaval de Brescia: Andrea Pirlo. No era fuerte ni rápido. Jugaba andando, con el balón pegado al pie y la cabeza alta. Como Xavi. El Inter lo deportó a la Reggina. Al tiempo, Iker se asomaba a la portería del Real Madrid y Xavi disfrutaba del pedigrí de Cruyff. El viaje no había hecho más que empezar. Para todos.
La noche que nació Antonio Cassano no había médicos de guardia. Talentino vino al mundo en Bari mientras Italia ganaba en el Santiago Bernabéu el Mundial 82. Allí exhibió su talento y su desvergüenza, la misma que le llevó al Roma, donde una veraniega y asfixiante tarde, Cesare Prandelli, hoy su seleccionador, lo situó en la izquierda. Fantantonio se cambió de banda y le dijo. "Si hace sol, yo juego en la sombra". Hoy Cassano es el Iniesta de la azzurra y Pirlo el icono del fútbol azzurro, su Xavi. Todo por obra y gracia de Cesare Prandelli, quien ha implantado la misma idea de fútbol que Luis Aragonés y Vicente del Bosque en España.
Anoche la exhibición de España y las lágrimas de Pirlo cerraron esta travesía que empezó hace un mes, al aterrizar en Varsovia con mil historias por contar. Un ciclo de cuatro años de ensueño, los que van desde la noche de Viena hasta ésta de Kiev, pasando por la de Johannesburgo. Una odisea que comenzó hace 15 años con un apretón de manos entre Iker y Xavi, con el viaje a Milán del chico enclenque de Brescia y con aquel becario de AS...