Parecemos maletas, de acá para allá
Hay hábitos que se consolidan. Por pura superstición. En la Eurocopa 2008 dio resultado regresar al pueblecito de Los Alpes cada vez que se ganaba. Luego se repitió en el Mundial. Eso implicaba paliza de viajes. Pero nadie quería cambiarlo. Estamos en las mismas. Tras el partido de cuartos, traslado de muchas horas para regresar a Gniewino. Ni baño y masaje, ni recuperación. Pura obsesión. Analizado fríamente se antoja extraño. Imaginen ganar un partido en Madrid, volar a Múnich, día libre en la ciudad alemana, otro día de entrenamiento y regreso a Madrid para jugar otro encuentro decisivo. La Prensa estamos para lo que nos manden. Hay que seguir a la Selección. Pero tengo que admitir que existe cierto mosqueo por tanto baile de maletas y traslados. Es verdad que Del Bosque y los jugadores se sintieron extraños en las horas que pasaron en Donetsk. Ellos son los que deben decidir si es mejor recuperar sensaciones en Gniewino o abstraerse de todo y ganar horas de descanso en Ucrania. Llegados aquí, todo vale.