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Gdansk, la sede de la suerte

Hacía tiempo que no sufría tanto en un estadio. Igual por eso guardaré un inmenso cariño del Arena Gdansk. Hace dos semanas nos preocupaban sus obras y a esta hora nos parece el estadio más bonito del mundo. No hay triunfo sin sufrimiento. Pasó en la Euro 2008, en el Mundial de Sudáfrica y vamos por el mismo camino. Los próximos partidos serán ya en Ucrania. Acabaremos echando de menos esta sede. Hay que reconocer que, además de traernos suerte, ha terminado siendo un lugar confortable.

Y así, en la soledad de un recinto vacío, con ese color amarillento de sus asientos pasan en décimas de segundo los momentos de tensión vividos. Nunca estuvo tan cerca del batacazo España en los últimos años. Agarrotada, combatiendo por primera vez con un bochorno que apareció de repente, la selección sufrió hasta decir basta. Una vez más los Casillas, Xavi e Iniesta pusieron freno cuando Croacia nos lanzó contra las cuerdas. La UEFA había anunciado una especie de tormenta perfecta sobre Gdansk en la segunda parte. Se equivocaron. Menos mal.