Libros enterrados en la arena
La mayor aventura siempre la encontramos en los libros, antes, durante y después. Pues la vivimos cuando preparamos el viaje, cuando lo realizamos y después la seguimos recordando durante mucho tiempo. Por eso la aventura es eterna, tanto como lo sean los pensamientos y los libros. Y ahora, nuevamente, la amenaza se cierne sobre los libros de los Kati. Esta vez es la intransigencia religiosa de los militantes de Al Qaeda, que se han hecho con el poder en el norte de Malí, la que quiere acabar con un legado cultural que ha sobrevivido a siglos y mil peripecias desde que salió de la Península Ibérica allá por el siglo XV. En ese lugar perdido de África se encuentra un tesoro de nuestro pasado que puede perderse.
Todo comenzó en 1468 cuando un prominente miembro de la comunidad musulmana de Toledo, y descendiente de los visigodos que la fundaron, se vio abocado al exilio. Alí ben Ziryab al-Kuti al-Andalusí abandonó la capital toledana tras unas revueltas contra los cristianos. En su equipaje llevaba una serie de libros que le acompañarían en un largo viaje que terminó en las orillas del río Níger donde se levanta la mítica Tombuctú. Sus descendientes se instalaron en lo que es hoy Malí y siempre consideraron aquellos tratados de filosofía, teología o medicina, traídos y recopilados por su antepasado, como una especie de patria común que había que preservar. Y así lo hicieron año tras año, siglo tras siglo. Y cuando en el siglo XIX los franceses se instalaron en su tierra y se interesaron por esos tesoros en papel los miembros del clan se conjuraron para esconderlos de los colonizadores. Enterrados bajo la arena, escondidos en establos o bajo el suelo de sus cabañas los Kati, algunos aún siendo analfabetos, defendieron su legado.
A mediados del siglo pasado uno de los descendientes de aquel viajero toledano comenzó a buscar ayuda para crear un centro en Tombuctú donde se volviese a reunir lo que hoy está considerado como el centro de documentación andalusí más importante fuera de España. Algunos se habían perdido pero la mayor parte, unos 3.000 manuscritos, volvieron a la luz gracias al apoyo de intelectuales y escritores de nuestro país, como Valente o Goytisolo entre otros, así como del Ministerio de Cultura y la Junta de Andalucía. Hace unos días los responsables del Fondo Kati y otras dos bibliotecas históricas de Tombuctú han lanzado un llamamiento de auxilio a la comunidad internacional ante la amenaza integrista que está imponiendo su régimen de terror en la ciudad. La voladura de los budas de Bamiyan en Afganistán nos demostró de lo que son capaces. Tenemos que ayudarles, es la civilización frente a la barbarie. La aventura de la vida frente a la muerte.