El estigma de Lance Armstrong

No me apetecía mucho escribir de Lance Armstrong, pero siento la obligación moral de que debo hacerlo. No me apetecía porque me recuerda a esas películas que has visto tantas veces, que ya hasta te anticipas a los diálogos. Que si Armstrong nunca ha dado positivo, que si los otros deportes no pasan los mismos controles, que si a Contador no se le ataca en España con igual saña, que si no se puede acusar sin pruebas, que si hay una persecución contra el ciclismo… No me apetecía porque es volver a lo mismo, a algo que ya hemos contado mil veces: aquí les dejó un artículo mío como ejemplo.

No me apetecía porque eso supone explicar otra vez la enorme decepción que nos llevamos muchos cuando Armstrong rehusó a coger la bandera de la limpieza. Tuvo su momento, pero lo desperdició. Armstrong, un superviviente de cáncer, ganó el Tour de Francia de 1999 un año después del escándalo del ‘caso Festina’. La historia era perfecta. Muchos creímos en él. Pero luego supimos, gracias a una investigación de L’Équipe en 2005, que en sus muestras de orina de aquella primera victoria había EPO. Y entre medias, mientras enlazaba sus siete Tours, presenciamos cómo defendía al doctor Michelle Ferrari o cómo humillaba a Filippo Simeoni por haber denunciado a su médico. Ya les avisaba: tenemos memorizados los diálogos de esta película.

No me apetecía porque no entiendo cómo no se hizo una investigación en serio cuando Armstrong estaba en su esplendor. ¿Por qué ahora y no cuando Armstrong se codeaba con el presidente George W. Bush? ¿Por qué ahora y no cuando Armstrong ingresaba donativos en la UCI de Hein Verbruggen? ¿Por qué ahora y no cuando Armstrong era el símbolo de Nike e inundaba el mundo de pulseras amarillas? ¿Por qué ahora y no cuando sus libros eran best sellers? ¿Por qué ahora y no cuando servía de reclamo mediático para las grandes carreras? Por aquellas fechas hubo serias informaciones periodísticas que ningún organismo quiso secundar. ¿Por qué?

No me apetecía porque no entiendo la utilidad de anular ahora sus siete Tour de Francia para que pasen a los historiales de Jan Ullrich (2000, 2001 y 2003), Alex Zülle (1999), Joseba Beloki (2002), Andreas Kloden (2004) e Ivan Basso (2005). A estas alturas, y después de que algunos de ellos hayan cumplido sanciones o hayan sido relacionados con operaciones antidopaje, no me parece que este nuevo palmarés vaya a ayudar mucho a dar una imagen de regeneración y limpieza.

No me apetecía porque es una investigación anacrónica, algo así como si ahora nos pusiéramos a anular todos los resultados de la RDA… Pero siento la obligación moral de hacerlo porque desde hace muchos años hemos clamado en contra del dopaje en AS. Y aunque de tanto gritar nos hemos quedado afónicos y alguna vez se nos ha podido oír algo menos, las convicciones que nos movieron entonces nos siguen moviendo ahora. Si Armstrong es encontrado culpable, tendrá que pagar por ello como cualquier otro deportista. Y si la investigación no prospera, como ya ocurrió con aquella instrucción federal que fue archivada, al menos espero que sirva para que, por enésima vez, los tramposos o sus cómplices se lleven la lección de que, antes o después, no pueden quedar impunes. Porque hay un castigo incluso peor que la condena: vivir estigmatizado, como los deportistas de aquella RDA.

Lo más visto

Más noticias