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El abrazo pendiente con Torres

El Atlético ya piensa en Mónaco. En su nueva final europea, la cuarta en dos años, la segunda en el mismo escenario. Todas por ahora saldadas con victoria y visita a Neptuno. La felicidad rojiblanca, siempre contagiosa, parece acostumbrarse a lo bueno. Paradojas del destino. Tan sepultados que parecen en la ciudad por el eterno vecino y resulta que los blancos hace diez años que no disfrutan del viaje que sólo los grandes clubes del continente hacen al Principado de Mónaco. Ni una final europea más han rascado. Quizás los atléticos ya no se tomen este envite con la misma ilusión que la final de Bucarest, pero esta fiesta de agosto ofrece una guinda muy especial: Fernando Torres. Después de cuatro ocasiones fallidas con el Liverpool, el hijo pródigo, ahora sufriendo en sus carnes el debate del '9' de la Roja, víctima del linchamiento de los de siempre, se enfrentará por primera vez a su infancia, su escudo y su bandera, defendiendo al Chelsea.

En el Calderón han vuelto a poner en marcha su discutible criterio para repartir las entradas, pero esta vez no habrá lugar a la queja. No habrá avalancha de aficionados hacia Mónaco. Los que se animen, eso sí, podrán vivir de un momento único, si Di Matteo esta vez quiere: el reencuentro con un emblema que, desde su huida, hace esfuerzos continuados por demostrarse atlético de corazón. El futbolista que soportó el peso de la historia rojiblanca sobre sus pecas frente a frente con su verdadera afición. El cartel promete.