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Esperando a Xavi, llorando por Villa

Vaya por delante que la Selección dejó buenos muletazos dentro de una faena irregular y que Italia se revitaliza en cuanto llega la gran competición y que fue más de lo que se aventuraba tras contemplar sus últimos escándalos y sus últimos amistosos. Pero el partido dejó algunos detalles preocupantes y de difícil corrección una vez iniciada la marcha. Xavi está lejos de sí mismo. Quizá nunca fue el mejor futbolista del equipo, pero en él radica la esencia de este juego. Él es la primera piedra que puso Luis Aragonés y sobre la que se levantó el magnífico edificio que es hoy la Selección. Él marcó el ritmo del toque, la velocidad en la circulación, maniobra de distracción que hace rentable de verdad el tiqui-taca. Pero Xavi anduvo a ratos (mejoró al final) sin chispa ni mando. El partido no pasó por él. Y sospecho que no está para jugar cada tres días.

Por ahí se intuye un problema. No hay un futbolista con todo el juego en la cabeza como él. Iniesta o Silva tienen más encanto y gaseosa, pero no están tanto por la labor coral. Xabi Alonso y Busquets son útiles en el corte y la salida, pero les falta soltura en el fútbol a un toque. Por ahí no hay recambio y no sé si nos sobra tanto como para sobrevivir al torneo sin el mejor Xavi.

También duele la ausencia de Villa, goleador histórico por algo y mejor en La Roja que en cualquier otro equipo. Ningún goleador se adapta mejor a ese juego que va de un lado a otro hasta que aparece el espacio. Y encontrar ese espacio entre la muchedumbre es la especialidad de Villa. Quizá por eso jugó Cesc, porque ni Torres ni Negredo ni Llorente se cuelan por las rendijas. Encontrar el plan B nos está costando.