Tirso: modélico en la sombra
Piense en alguien muy honesto. Multiplique por diez y se encontrará con Tirso Lorente, ser humano, amigo y padre de familia ejemplar. El baloncesto español le quería y le respetaba, aunque siempre estuvo en segundo plano. Fe una decisión voluntaria. Pudo dar el salto a la élite de preparadores, pero él escogió estabilidad. No quiso implicar a su familia en la vida errante del técnico de alta competición. Se formó como jugador en el colegio Sagrados Corazones. Pronto inició una amplia trayectoria de entrenador, alternando equipos de cantera con funciones de segundo entrenador y breves paréntesis de entrenador-jefe, siempre en equipos madrileños (Cajamadrid, Inmobanco, Canoe...), y casi siempre vinculado al Real Madrid, su club durante 25 años.
En el club blanco cubrió toda la escala. Desde conjuntos de base a responsable provisional del equipo ACB (1998). Pero cabría destacarle como entrenador-ayudante idóneo, función que desarrolló con George Karl, Clifford Luyk, Miguel Ángel Martín, Lolo Sáinz, Lamas, Maljkovic, Messina y Lele Molin. Para todos ellos fue un colaborador perfecto, si bien su auténtico maestro, el entrenador por el que sentía auténtica devoción, fue Ignacio Pinedo, con el que estuvo en el Inmobanco. Tirso formaba parte de ese Real Madrid ya legendario que forjaron Bernabéu, Saporta, Agustín Domínguez, José Luis Serrano, Ferrándiz, Amescua, Emiliano, Luyk, Cristóbal Rodríguez y otros ilustres cuyo rasgo común se recogía en una palabra: fidelidad. Tirso, amigo del alma, daba lecciones en eso.