Yo digo Juanma Trueba

La música muda del buen rollo

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El himno de España duró casi tan poco como el partido. Superado el trago, el Príncipe, muy prudente, no pitó a nadie; hubiera podido hacerlo en nombre del fútbol y la libertad de expresión. El Athletic se quedó pronto sin esperanza y el palco volvió a funcionar como escuela de póker y academia de políticos. Todos los allí sentados ocultaron sus sentimientos durante la final. Para eso sirven las corbatas de nudo apretado. Artur Mas, ejemplo más elevado de expresividad, lucía una sonrisa de profunda satisfacción. No hay crisis total si el Barcelona gana títulos. Ni intervención posible. De no ser por las lentejuelas de Soraya Sáenz de Santamaría y el traje gris perla de Alejandro Blanco el palco hubiera sido un apagón de trajes oscuros.

Clemente también se dejó ver en el palco, y no fue precisamente por su porte. Si Bielsa simboliza la tercera vía, Javi representa la primera y la segunda, leones con uñas y balones a la cazuela. Cuando los jugadores del Athletic subieron a recibir sus premios de consolación, Clemente se acercó a ellos como si repartiera tarjetas de visita, aunque es posible que sólo estuviera dando ánimos. Lo más reseñable de la ceremonia de entrega de trofeos es que Villar no tiró nada, ni siquiera enredó las medallas. En ese pasillo de alegrías y decepciones sonó el himno inaudible del buen rollo. Don Felipe, campeones y finalistas se repartieron saludos y afectos desde la más absoluta normalidad. Y así se comportó luego el pueblo en la calle. Vivimos mejor que pitamos.

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