¿Se debe prohibir el oxígeno?
Mientras escribo, Ferrán Latorre y Nacho Orviz se encuentran en pleno ataque a la cumbre del Everest por su cara norte, que culminará mañana si todo va bien. Ojalá sea así. Como han contado ellos mismos, su estado de ánimo no es el mejor pues están viviendo experiencias muy duras con el fallecimiento de un escalador español, Juan José Polo, y el del alemán Ralf D. Arnold. También están preocupados por la suerte de Luigi Rampini, italiano de 69 años que lleva varios días solo en el campo 3 esperando para hacer un nuevo intento, aunque no tiene ya víveres y se obstina en no usar oxígeno aunque dispone de él. En la cara sur también se están produciendo muertes. En total, y hasta el momento, han fallecido once alpinistas y cada vez son más las voces que hablan de la masificación como la principal causa.
Entre el 19 y el 20 de mayo más de trescientas personas intentaron llegar a la cumbre más alta del mundo, con lo que ello supone de ralentización de la marcha y la consiguiente mayor exposición a la altitud. Lo que, temporada tras temporada, está ocurriendo en el Everest es producto de la mercantilización de un espacio natural único por agencias que ahora están llevando su "oferta de cumbre segura" a otros ochomiles. Ya se ve que lo de "segura" puede ser cualquier cosa, incluso una broma macabra, menos la verdad. Y es que nunca hay seguridad total en una montaña tan alta. Y en eso consiste su verdadero atractivo: en la aventura que sólo adultos, bien formados técnicamente, con experiencia y suficiente fortaleza física, deberían acometer.
Este deterioro del Everest y de otras montañas del Himalaya ha sido motivo de discusión en un encuentro auspiciado por la Fundación Messner hace unos días. Allí, un selecto grupo de grandes escaladores y periodistas han discutido sobre el futuro del alpinismo llegando a la conclusión de que la montaña debe mantenerse como un lugar salvaje, un lugar para la libertad también en el futuro. Sólo así seguirá siendo la montaña la que decida quién la desafía. Sólo así, afirmó Messner, "podremos garantizar el futuro del alpinismo y de las montañas". El cómo conseguir que esto sea una realidad quizá pase, como ya proponen algunos, por prohibir el uso de oxígeno suplementario. Pero se me antoja que es éste un cascabel muy difícil de poner al gato de las agencias y ministerios de turismo que han encontrado un filón de ingresos en esas caravanas de excursionistas atados a una cuerda y empujados por los sherpas camino de una cima devaluada por su propia avidez. Pero si no lo hacen el Everest se habrá degradado definitivamente.