Parece que no hubiera pasado nada
El descenso del Sporting a Segunda División tuvo la fecha del pasado domingo como hecho matemático, pero el caótico final ya se había encauzado anteriormente con la derrota frente al Zaragoza y se certificó con la pérdida del encuentro ante el Villarreal. De todas formas, el desastre empezó a gestarse mucho antes, con la planificación de una plantilla descompensada, con demasiados jugadores sin carácter, lo que ya pudo apreciarse en una pretemporada demencial y un inicio liguero desquiciante. La pasividad del Consejo de Administración permitió que el desaguisado se mantuviera hasta que la solución era más que improbable. Ni en octubre ni en diciembre se atrevió Vega-Arango a cortar por lo sano cuando el enfermo tenía mejor solución.
El triste desenlace final se produjo por un cúmulo de errores de los que fueron responsables los técnicos que eran cabeza visible, Emilio de Dios, como director deportivo, y Manuel Preciado, como entrenador, pero con el beneplácito del Consejo. La disculpa ofrecida desde la planta noble era el populismo que respaldaba al entrenador cántabro. Esta es la temporada en la que el club dedicó más dinero a invertir en jugadores, tanto en traspasos como en aumento de fichas, pero se hizo mal, con una política deportiva con la que ya no se estaba de acuerdo desde un año antes. Ahora ya se prepara la próxima temporada, pero con la sensación de que no pasó nada. No estaría de más que el Consejo explicara su versión de lo que pasó y de sus planes del futuro.