Gorka Iraizoz llega a una cita clave en su carrera en plena madurez. Ha alternado irregulares actuaciones en esta campaña con partidos brillantes. Sucede con él que cuando uno piensa que ya está en la línea de dar un salto de calidad, aparece un error de bulto. Cada vez sucede menos de esto último. Le noto ahora con confianza y un aplomo especial que me hace ser optimista. Es más líder espiritual en el vestuario de lo que aparenta. Se le puede ver en medio del círculo que forman los leones mandando mensajes, quizás aprovechando esas clases particulares de coaching que le ayudaron a mejorar en confianza. Está pendiente de los metas del filial que no entrenan arriba, a los que se brinda a dar consejos.

El Athletic ha tenido grandísimos porteros, números uno de verdad como quien le visitó ayer, Carmelo Cedrún. El de Durango tenía un gran dominio del área, era poderoso en el despeje de puños, duro de pelar en los balones cruzados. Y bajo los palos... Después, vinieron grandes noches de Iribar, el mejor de la historia. Únicamente el mito de Zarautz pudo jubilarle. Y apareció de seguido Zubizarreta, un joven heredero sobrio, que hizo un carrerón, aunque tristemente lo compartió con el Barcelona. Desde entonces, ha habido metas con buena pinta, pero sin llegar a ellos. Ojalá Gorka entre en el santoral por esta Europa League.