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Vallecas, pesadilla de Goliat

Sucedió una soleada mañana de octubre y fue una juerga inmensa, por inédita e inesperada. El Rayo había pasado cuatro años en Vallehermoso esperando a que se levantase el nuevo estadio de Vallecas, inaugurado sólo un año antes (1976) del ascenso a Primera. Del exilio había quedado para la historia un triunfo ante un Racing invicto que obligó a sus jugadores a cumplir la promesa de afeitarse el bigote. Pero el equipo siguió en Segunda ese año y cuatro más.

Para Primera preparó un equipo nuevo, en el que Potele y Felines, héroes de barrio, tenían ya un papel casi testimonial y llegaron futbolistas por descubrir. El mejor, Landáburu, al que no sé si sus estudios de Física le llevaron a marcar varios goles olímpicos aquel año. La plantilla estaba plagada de universitarios. "Jamás pensamos jugar en Primera y vivir de esto", me confesó uno de ellos hace poco. El Madrid fue el primer grande en visitar Vallecas y aunque llegaba sobre aviso (4-1 le había metido el Rayo al Sevilla), se vio sorprendido al principio y al final. Tanco empató de cabezazo tan feroz como su estampa y Landáburu firmó el 3-2. Luego cayeron allí Athletic, Valencia, Atlético y Barça, a Anero le llamó Kubala, Guzmán fue al Mundial 78 y el equipo acabó tercero la primera vuelta. No fue un sueño, que yo lo vi con entusiasmo infantil.