NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Cuando se escala en la Luna

La misma tormenta que le congeló las manos ha impedido la ayuda que quizá le hubiese salvado. Y es que escalar en invierno en el Karakorum es como hacerlo en la Luna. Puedes comunicarte con la Tierra, pero sabes que estás solo, en otro planeta donde la vida es un milagro. Allí, a los pies del K2, falleció hace unos días el gran escalador ruso Vitaly Gorelik. Estaba con otro compañero fijando cuerda por encima de los 7.000 metros cuando se desató una tormenta. Aunque lograron regresar al campo base, Vitaly sufrió importantes congelaciones en las manos. A pesar de los cuidados del médico de la expedición, Gorelik falleció mientras esperaba un helicóptero de rescate. Se ha ido uno de los grandes mientras intentaba uno de esos retos imposibles que han cimentado el prestigio del alpinismo ruso y kazajo.

En realidad, se habían impuesto un doble desafío: realizar la primera ascensión invernal y además abriendo una nueva vía en la segunda montaña más alta del mundo. En mi opinión era un reto del futuro, muy cercano a algo imposible. Gorelik ya había escalado el K2 por una nueva ruta en la cara oeste y fue candidato en 2010 al Piolet de Oro, la mayor distinción mundial. Era de los pocos capaces de afrontar el alpinismo desde la exigencia y el compromiso. No muy lejos del K2, se encuentra también mi amigo Álex Txikón, junto a Carlos Suárez y otros notables escaladores extranjeros, intentando la primera invernal a otro ochomil, el Gasherbrum I. En el Nanga Parbat están Simone Moro y Denis Urubko. Lo cierto es que las perspectivas para ellos no son muy positivas pues el tiempo no va a mejorar próximamente y de hecho, en el Nanga están a punto de retirarse mientras que Txikón y sus compañeros piensan aguantar algo más. Es un alpinismo extraterrestre, sólo al alcance de los mejores y de los capaces de arriesgar la vida por un sueño tan disparatado como los de Don Quijote. Subir un gigante del Karakorum en invierno supone asomarse a un abismo hecho de días gélidos en los que el termómetro no sube de los 30º bajo cero, aludes, tormentas, miedos y una soledad como sólo se puede sentir en el espacio exterior.

Hasta ese territorio se fue Vitaly para seguir haciendo lo que más le gustaba. Hasta el último aliento. En un emotivo texto, José Francisco García Romo, presidente de la asociación española de alpinistas con cáncer y amigo personal de Vitaly, se despide de él con unas palabras que se me antojan el mejor homenaje para este gran alpinista ruso: "hasta el verano, Vitaly, en el que andaremos tus pasos y honraremos tu memoria."