El nivel de la Copa sigue subiendo
He vivido muchas finales de Copa, todas las del modelo actual F-8 y muchas de las históricas a partido único. Lo que más valoro de todas ellas es su carácter de Jamboree, de reunión de tribus del baloncesto español. Porque la fiesta, el espectáculo, no sólo están en la cancha, también se disfrutan en el hotel, en las gradas y en toda la ciudad anfitriona. En el hotel conviven jugadores, técnicos, directivos, árbitros y periodistas; en las gradas y en la ciudad fraternizan aficiones de muy diversa procedencia. Se diría que, en la Copa, el baloncesto se abraza a sí mismo, se hace entrañable y carismático. Y los añadidos recientes, Minicopa y Copa Forera, refuerzan ese espíritu.
En lo deportivo creo que esta edición de la Copa refleja la consolidación del baloncesto en todos los rincones de nuestro país. Los derbis de alto nivel que antes se limitaban a Barcelona (Barça-Joventut) o Madrid (Real-Estudiantes) se dan ahora en Euskadi, Andalucía o Comunidad Valenciana. Un coloso europeo, como el Baskonia, encontró ayer un firme adversario en el debutante Lagun Aro San Sebastián. La Copa crece y mejora.