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La receta del vino con gaseosa

El fútbol sigue viviendo de la gaseosa, servida a toneladas domingo tras domingo, como en un banquete de posguerra. Pensar que está todo inventado y que los experimentos nunca funcionan es una ley balompédica contra la que sólo algunos cráneos privilegiados han osado rebelarse a su manera. Por eso todos pusieron cara de pasmo cuando un científico inglés tuvo la idea aparentemente absurda de organizar unas excavaciones arqueológicas donde durante 60 años estuvo el viejo campo del Accrington Stanley, un heroico equivalente británico de nuestro Mirandés o Alcoyano, moral incluida.

Allí encontraron de todo: monedas, botellas de cerveza, encendedores, lengüetas de botas de tacos, restos de la tribuna de madera devastada por un incendio y hasta un pizarrín para la táctica. La esencia del fútbol y su pasión durante décadas seguía bajo tierra. Lo que nunca encontraron es paciencia. La intensidad es la gaseosa de Mourinho. No hace experimentos sin ella, ni siquiera reconoce a sus futbolistas: sin juego intenso sólo ve gatos. Sin embargo, Benzema demostró que Mou es capaz de entrar al trueque de intensidad por paciencia. A veces, un poco de gaseosa puede librarte de un mal vino, pero los buenos caldos requieren tiempo. Lo único que a Sahin le queda por delante.