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El Dakar está tocado de muerte

Seguramente, todos los que han contemplado en la TV de As.com la trampa que le han hecho a Marc Coma en el último Dakar no entienden cómo semejante golfada ha quedado sin castigo. Como ésta he visto muchas en la historia del deporte, pero antes o después siempre acaban denunciadas, cada vez más gracias a los medios de comunicación, y los que se libran del castigo con el tiempo terminan reconociendo sus fechorías víctimas de su mala conciencia. El juego limpio ya es una parte incuestionable en el deporte y quien no lo practica acaba repudiado y señalado. Pero estos códigos no solo atañen a los deportistas, también a los burócratas y promotores.

En este Dakar ha quedado marcada la honradez de muchos. La de Cyril Despres, por ventajista e insolidario. Ha sido el peor de todos. También la de Etienne Lavigne, jefazo de la carrera y principal cómplice de Despres en la estafa de etapa de Copiapó. Tampoco se libra el responsable de KTM en el Dakar, Alex Doringer, jefe de Coma y del francés, que ha preferido encubrir al tramposo en vez de premiar las habilidades y la nobleza del catalán. Joan Moreta, presidente de la RFME, que ni ha estado ni se le espera. Ni una triste queja, ni oficial ni privada. Al igual que Vito Ippolito, presidente de la FIM y máximo responsable de la impunidad con la que se han desenvuelto los responsables de ASO. Pero quien de verdad ha quedado tocado de muerte es el Dakar, una prueba mítica que en 2012 se ha disputado y ganado en una peligrosa aventura dentro de algún innoble despacho.