Un líder que aprendió a sufrir

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Palacio lleno a reventar como en los tiempos añorados y triunfales de Fernando Martín, Sabonis y Drazen Petrovic. Rival diezmado por la ausencia de su bomba-racimo (Navarro), pero motivado por un parcial a su favor que llevaba camino del diván a los blancos. El liderato, aunque simbólico porque a estas alturas no te lleva a Cibeles, en juego. Examen de credibilidad sin Rudy ni Ibaka, carne de NBA hasta que el tiempo cierre esa herida. Todo apuntaba a un Madrid que tenía todo por demostrar y un Barça con todo demostrado. O sea, hambre. Y ahí, el Madrid se doctoró. Lección de fortaleza mental.
Con Carroll (inexplicablemente suplente en el primer cuarto) enchufando triples desde Alabama, Goya se olvidó de las compras de los Reyes Magos y el basket volvió a su estado natural. Banquillos hirviendo por la tensión, árbitros en la picota (con y sin razón) y un enemigo con casta y coraje que se resistía a morir. De un 48-36 pasamos a un 70-70. Pánico en la cancha. ¿Otra vez nos van a ganar? No, señores. Aquí hay talento y descaro balcánico (Mirotic-Tomic), bemoles del Foro (Reyes, Llull, Suárez...) y un lituano que con cuatro dedos te gana un partido para enmarcar. El baloncesto ha vuelto...



