Hidalgos, compañeros y hombres
Así se calificaban a sí mismos los firmantes de un documento en el que suplicaban a su capitán que siguiese siéndolo mientras trataban de salir vivos de un infierno verde en el que se habían perdido. Ese capitán, en el que tanto confiaban sus compañeros, era Francisco de Orellana, de quien este año se celebra el aniversario de su nacimiento; efemérides que me ha llevado durante unas semanas por varios países donde vivió sus increíbles peripecias navegando por el río que gracias a él ha quedado bautizado como el río de las Amazonas. Pedazos de Historia como ese documento, escrito en marzo de 1542 en algún rincón de la selva amazónica, trascienden lo meramente testimonial, pues son capaces de contarnos más de lo que en ellos está escrito.
Nos dicen cómo eran estos hombres que, en menos de un siglo, cambiaron el mundo. No cuesta ver en esas firmas, algunas dubitativas, de quien apenas sabe leer y escribir, a los hombres que las rubricaron: atemorizados por lo desconocido pero no entregados a la desesperación y la derrota. Están dispuestos a seguir luchando para sobrevivir, algo que llevaban haciendo desde salieron de Quito formando parte del grupo liderado por Gonzalo Pizarro. Hasta que tuvieron que separarse con la misión de encontrar alimentos. Ya se habían comido perros y caballos, y se estaban muriendo de hambre. Después de nueve días de descenso por un enorme río sin encontrar ningún poblado, remando de sol a sol y sobreviviendo a base de "raíces, yerbas, frutas no conocidas muy peligrosas", entrando en combate con indígenas mejores conocedores de la selva y el río, encontraron por fin un poblado donde alimentarse con algo de decoro. Entonces se dieron cuenta que no podrían sobrevivir si regresaban río arriba. Sólo tenían una opción: tratar de salvar la vida continuando río abajo. Sus hombres sabían que sólo Orellana podría sacarles vivos. Así que, como siempre nos ha gustado a los españoles, se lo pusieron por escrito.
Lo que vino después descendiendo aquel río para el grupo de "hidalgos, compañeros y hombres buenos" fueron muchos meses de peligros, hambre y luchas en condiciones heroicas, entre ellas con un grupo de aguerridas mujeres que los españoles asociaron al mito griego de las Amazonas. Aquel gigantesco río, que ya intuyeron entonces que era importante, hoy sabemos que es el más largo y caudaloso del mundo y su cuenca es el mayor pulmón de la Tierra, debería haberse llamado Orellana, pero se acabaría llamando el "río de las Amazonas". Una de las mayores aventuras de exploración de todos los tiempos.