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Los Lakers, al borde del ridículo total

El culebrón Chris Paul, con su traspaso vetado a los Lakers y su llegada a los Clippers, vuelve del revés el escenario de la ciudad de Los Ángeles. De golpe, el hermano pobre, hazmerreír histórico, es el equipo de moda de la NBA. Una base joven y llena de talento con excelentes toques de experiencia (Billups y Butler). Si los alley-oops de Paul para Blake Griffin no son 8 de las 10 mejores jugadas del año, me hago de los Miami Heat. Bueno, eso ni de broma, pero cogen la idea.

Y los Lakers, ¿qué? Pues mal, muy mal. Llegados a este punto, su jugada es un doble o nada: Dwight Howard o ridículo espantoso. Su apuesta por rejuvenecerse y reinventarse era razonable, pero han maniobrado con la pericia de un conductor con la L. Algo que, al fin y al cabo, es Jim Buss, una sombra de su padre, Jerry. Si no consiguen a Howard, habrán regalado por nada a Odom, ofendido a Gasol y enturbiado su relación con Kobe (que estaba al tanto de todo). Orlando, consciente de la desesperación angelina, asegura que Howard ya no está en el mercado, intentando forzar a los Lakers a dar la vida por él: Pau y Bynum. Si ceden, habrán perdido a tres de sus cuatro mejores jugadores y el equipo será peor que antes. Si no ceden, habrán roto al bicampeón por nada. O logran que Orlando baje el listón o L.A. es de Clippers.