Queridos en El Bierzo y en Japón
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La escapada a Ponferrada resultó terapéutica y reconfortante. A pesar de estar reciente el fiasco del Clásico, me impresionó la fidelidad y la lealtad de los bercianos hacia la causa merengue. No exagero si les digo que pareció que todo el pueblo (ojo, en la capital de El Bierzo hay censados 70.000 habitantes) es confeso de la religión blanca. Sólo vi un culé, Eduardo Domínguez, el joven, eficiente y brillante gerente de la Deportiva Ponferradina. Pero él es un islote y lo asume resignado: "Tomás, tranquilo que aquí sois mayoría aplastante".
El Madridismo sin Fronteras permite encontrarse con sorpresas tan agradables como las que nos descubre hoy en esta página el colega Santi Giménez. En Tokio hay un restaurante donde unos japoneses de cuna (nada de mestizajes ni antepasados en nuestra piel de toro) se confiesan madridistas y lo proclaman orgullosos, ignorando la fiebre azulgrana que estos días invade la capital nipona. Allí no olvidan el gol del Aguanís de Raúl al Vasco de Gama (Intercontinental de 1998) ni la magia de Zidane, Ronaldo, Figo y Roberto Carlos cuando el Madrid de Los Galácticos protagonizó esas giras de inicios de siglo que nos recordaban al fenómeno sociológico de los Beatles. Ahora se ha puesto de moda el Barça y supongo que esa moda crecerá si este domingo tumban al Santos en la final del Mundialito. Pero como me decían el martes mis amigos bercianos "el Barça es una moda pasajera, pero el Madrid es una leyenda eterna". Suena bien...
