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Cuando se sale a la luna de Valencia...

No fue la tarde del Sporting. Las debilidades defensivas se pagan y en el Ciutat de Valencia hubo un equipo que salió a jugar de verdad, con agresividad y sentido práctico y otro que saltó al terreno de juego con demasiadas dudas. El Sporting parecía tratar de buscar lo bonito, pero sin sentido de lo que es un conjunto, de tener una concepción del fútbol que quiere y que puede hacer. La especulación sólo duró veinte minutos, que fue el tiempo en el que tardó el Levante en hacer efectivo uno de los regalos de la zaga gijonesa. El espejismo de la fase final del primer tiempo, con dos oportunidades para marcar de Barral y De las Cuevas recordó la reacción de Zaragoza con los goles del gaditano, pero esta vez no los hubo. Y así no vale.

El inicio del segundo tiempo, con viento a favor, fue letal. Ni el fuera de juego, ni la mano de Valdo en el segundo gol pueden servir de disculpa en una actuación que acabó en fiesta local, con el partido tirado por los rojiblancos. Al menos, esa es una de las lecturas que se pueden dar a los relevos de Rivera y Barral. El anterior, el de Canella, dejó claro que fue el coste del error que originó el primer tanto levantinista. La goleada del Levante rompió los ánimos que se habían labrado en los cinco encuentros anteriores, con los que se habían empezado a hacer cálculos en busca de la tranquilidad. La conclusión del encuentro es que el Sporting de ayer fue el dio la de arena, en el campo y en el banquillo. Estuvo a la luna de Valencia. Y nunca mejor dicho.