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Nim se creía que era un ser humano

Cuando le dieron unas fotos de seres humanos y chimpancés para que las ordenase, Nim puso la suya en el montón de los humanos aunque era un chimpancé. ¿Estaba confuso o simplemente se creía un ser humano más como los que le habían cuidado desde que era una cría y enseñado el lenguaje de signos? La peripecia vital de Nim es la protagonista del documental Proyect Nim, ya estrenado en Estados Unidos, dirigido por James Narsh,­ ganador de un Oscar al mejor documental en 2008 por su magnífico El hombre en el alambre. Estamos a comienzos de la febril década de 1970 y el profesor Terrace, experto en psicología del comportamiento, idea un experimento en el que Nim iba a ser el protagonista. Quería demostrar que el lenguaje es algo aprendido, que no forma parte de una estructura innata y exclusiva del cerebro humano, como defendía el profesor Noam Chomsky.

Así que un bebé de chimpancé nacido como número 37 en un centro de primates se convirtió en Nim Chimpsky, una broma dirigida al enemigo a batir. Nim pasó a vivir en Nueva York como un miembro más de la familia Lafarge, una pareja de universitarios y varios hijos pequeños. Jugaba con sus otros hermanos y el perro de la familia, usaba ropa e iba aprendiendo palabras del lenguaje de signos (la primera que aprendió fue beber). El mono que hablaba se convirtió en toda una celebridad para los medios e incluso llegó a salir en Barrio Sésamo y ser portada de varias revistas, entre ellas High Times, dedicada a los consumidores de marihuana, pues solía compartir este hábito con los Lafarge.

Pero Nim creció, se hizo un macho adulto, revoltoso y peleón al tiempo que Terrace perdía el interés (y fondos) por el experimento, al llegar a la conclusión que Nim se limitaba a imitar a sus educadores y no a comunicarse espontáneamente. El humanizado Nim se vio abocado a un triste futuro, pues nadie había pensado en cómo acabaría el experimento ni qué sería de él entonces. Fue destinado a servir de cobaya de experimentos médicos. Sin embargo, su fama le sirvió al menos para salvarse de ese destino. Alguien alertó a la prensa, provocándose un intenso debate sobre cómo se había tratado al chimpancé, que finalmente fue llevado a un refugio para primates en Texas, donde moriría a la temprana edad de 26 años a causa de un infarto masivo. Así terminaba la vida del chimpancé Nim que se creía ser humano pero que los humanos no creyeron que debía merecer mejor trato que una bestia.