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Cinco viajes al infierno de Martha

Siempre que me pongo en marcha a nuevos lugares tengo en cuenta una frase de Proust: "El auténtico viaje no consiste en ver nuevos paisajes, sino en tener una mirada nueva". Algo que siempre utilizó Martha Gellhorn para contarnos lo peor del ser humano y lo mejor de nuestro planeta. Martha es una de esas heroínas que nos recuerda que los mejores valores del ser humano, como la valentía o el talento, no son dones que caen del cielo sino virtudes que hay que pulir y ejercitar.

La última guerra que cubrió Gellhorn como corresponsal fue la invasión de Panamá por tropas norteamericanas en 1989. Tenía 81 años. La primera de la que mandó crónicas fue nuestra Guerra Civil, adonde llegó de la mano de un tal Hemingway, un joven periodista y ya aclamado novelista, con quien estaría casada cuatro años, una anécdota -de la que además nunca quiso hablar- en una vida entregada a los viajes y la literatura, porque lo que quiso esta mujer, nacida en 1908, fue ser novelista. Para lograrlo se plantó en París con 20 años, una máquina de escribir y pocos dólares.

Tras su paso por una España en llamas, cubriría la Segunda Guerra Mundial. Estuvo entre los primeros periodistas en contar el horror del campo de Dachau tras su liberación. Luego Martha acudiría a la Guerra de los Seis Días, Vietnam y a las guerras civiles de Nicaragua o El Salvador y la invasión de Panamá. Cuando estalló el conflicto en los Balcanes, Martha pensó que era mejor no ir porque "hace falta estar ágil". Al contrario, que Hemingway, Martha nunca fue la protagonista de sus crónicas. Prefirió dar voz a los que sufren la violencia, llevar al lector al centro del desastre. Mientras era testigo de esos horrores y los narraba para distintos medios de comunicación, Gellhom no dejó de escribir, sobre todo novelas y libros de viajes.

Altaïr acaba de publicar en España uno de los más afamados: Cinco viajes al infierno, que lleva el subtítulo de "Aventuras conmigo y ese otro". "Ese otro" es Hemingway, quien protagoniza el relato del viaje que hicieron juntos a China durante la guerra contra el Japón en 1941. El más extenso de los relatos narra un calamitoso viaje en el que cruzó África de oeste a este a la altura del Ecuador en 1962. Nada más comenzar Martha se dio cuenta de que el chófer local que había contratado no sabía conducir. Como bien escribe: "Nada mejor para la autoestima que la supervivencia", y ella tuvo muchas oportunidades en ese periplo africano para alimentar su ego, dado lo que nos cuenta, siempre con ese brillante humor anglosajón que narra lo más disparatado como si fuese lo más normal del mundo.