Puso una banderilla en Flandes
Grupo de la muerte. O, dicho de forma menos truculenta, un grupo en el que pinchazo equivale a reventón. La victoria del Madrid en Bélgica tiene mucho mérito, pero no es otra cosa que cumplir con la obligación de quien aspira a empresas mayores. Hay tanta igualdad, tanto peligro en ese grupo, que no basta con el aprobado, hay que buscar como mínimo el notable alto, como si fuese una oposición a notarías. En situaciones así es cuando más se recuerda al genial Raimundo Saporta, que tanto tuvo que ver en la edad de oro del básket madridista.
Saporta, que dirigía las competiciones europeas en la FIBA, tenía la costumbre de reunir a los directivos de equipos españoles en torneos continentales, unas semanas antes de empezar la temporada. "¿Qué rivales queréis?", les preguntaba. Y, créase o no (les reto a que indaguen con los implicados), les daba lo que pedían en las primeras rondas, bien fuese en la Copa de Europa, la Recopa o la Korac. Pueden imaginar que si había buen trato para todos los clubes españoles, a la cabeza de preferencias se situaban los blancos. Más o menos, lo que viene ocurriendo con el Barça desde que ACB y Euroliga asentaron cuartel general y mandos directivos en la Ciudad Condal. Así las cosas, el Madrid tiene muy difícil su anhelado retorno a la cumbre. No sólo ha de crecer en potencial deportivo; también debe recuperar terreno en influencia política, en maniobras de despacho. Ganar en Charleroi es una pica en Flandes pero sólo una banderilla en la Euroliga.