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Alejandro Magno y sus veteranos

Dicen las crónicas que Alejandro Magno murió en Persia cuando aún no había cumplido los 33 años dejando tras de si un imperio colosal. Las batallas decisivas para lograrlo fueron sustentadas por un puñado de veteranos, algunos con más de sesenta años, que llevaban a sus espaldas muchos kilómetros en sus pies y muchos años de penalidades. Eran hombres que saliendo de Grecia habían llegado a las puertas de la India y habían traspasado las altas montañas del Hindu Kush, dejando muchos su vida en un sueño irracional: llegar al fin del mundo conocido. Cuando Alejandro murió fueron ellos los que decidieron la suerte del imperio, al inclinar, con su fuerza y experiencia, la balanza de uno u otro lado.

Hace unos días, al pie del Everest, pensaba en la fuerza interior de estos veteranos que transformaron el mundo y nuestros conocimientos, hace ya más de 2.300 años. Y lo hacía pensando en otro veterano, Carlos Soria, que en ese momento estaba intentando la escalada del Dhaulagiri. Pensaba en la constancia y determinación necesarias para llevar adelante un proyecto como el suyo, luchando muchos años contra todos los elementos, sin apenas apoyos y cuando, a su edad, la mayoría de personas sólo aspira a envejecer tranquilamente o cuidar de sus nietos. Por eso me alegré cuando el BBVA fue capaz de brindar su apoyo a Carlos. Porque Carlos no sólo representa la marca deportiva, representa también los valores que han movido a la humanidad: la lucha hasta el final, incluso cuando todo va mal. Esas son las personas imprescindibles. Por eso estos veteranos son los que de verdad se encargan de cambiar el mundo.