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Mourinho y Guardiola son dos entrenadores excesivos

Yo no soy mourinhista. Me basta con ser del Madrid, algo que desde niño vivo con pasión pero, al tiempo, con cierta racionalidad, y eso me permite analizar las cosas con frialdad. No estoy de acuerdo con ciertas declaraciones y actitudes del entrenador, aunque a veces comparta sus argumentos. Tampoco creo que le sirva quejarse de los árbitros, aunque tenga razón. Juzgando las cosas con cierta imparcialidad, hay que concluir que el Barça tiene el mejor equipo de su historia e incluso que ganó la final de la Champions merecidamente, pero hay que señalar que el árbitro influyó en la eliminación del Madrid en semifinales. No hay que quejarse en momentos así, hay que apretar los dientes y seguir trabajando. La cuestión fundamental es la doble vara con la que algunos medios (catalanes sobre todo) y aficionados con voz publicada, como John Carlin o Javier Marías, le miden las costillas a Mourinho a la primera ocasión mientras a Guardiola se le cubre de parabienes. Alguien podrá argüir que su tono es más cordial, lo que nos llevaría a cierta forma de hipocresía: la que confunde el fondo con la forma.

Sólo hay que hacer una prueba: hace días, el técnico del Barça hacía una afirmación que hubiera puesto a Mourinho en la picota. Defendía Guardiola a Catar, una dictadura donde no se respetan los derechos humanos, y ese mismo día se censuraba el poder criticarle públicamente. ¿Se imaginan la que se habría montado si Mou hubiera hecho algo así? Quizás todo en el madridista sea excesivo, pero no está mal recordar que por primera vez en el fútbol moderno, quizás con la excepción de Helenio Herrera, los entrenadores juegan un papel excesivo. Mourinho es un excelente técnico y hay que aplaudir su vocación ganadora. Pero creo que debería limitarse a eso: a hacer lo que mejor sabe y dejar de hacer aquello para lo que no está preparado.