Un Petrovic que es La Bomba
A los que nos enganchamos al baloncesto en los ochenta, y somos muchos, nos cuesta creer que la Selección haya sumado un título mundial y dos europeos en los últimos cinco años. Los de mi generación crecimos con las gestas de Epi, Martín y compañía, con éxitos que nunca terminaron en oro, aunque los disfrutáramos como si llegaran con trofeo de campeón. Aquella década prodigiosa se saldó con dos metales, una plata olímpica (1984) y una europea (1983). Conquistas colosales que se han empequeñecido para los que no las vivieron. Y para los que sí lo hicimos, nos llevan ahora a frotarnos los ojos tras un lustro mágico.
Jamás pensé que España se miraría un día al espejo de la gigantesca Unión Soviética y de la Yugoslavia que aglutinaba talento y repúblicas. Somos el potentado del baloncesto mundial sólo a la sombra de Estados Unidos y su NBA, y aún habrá que verlo en once meses, en los Juegos de Londres. Tenemos a Sabonis por partida doble y a un Petrovic que es La Bomba. Leerán mil veces lo de la Paudependencia, pero quizá haya que preguntarse qué hubiera hecho este equipo sin Juan Carlos Navarro. Eso lo han escuchado menos porque Navarro nunca faltó a la cita. Doce campeonatos sin mácula, siete medallas, tres oros. Referente espiritual, tan imprescindible como Pau Gasol, el mejor de siempre.