Mourinho y su copa preferida...
El fútbol no se explica con estadísticas, pero ayudan. Si juegas siete partidos fuera de casa en Champions y no pierdes, significa que eres más que fiable. Así es el Madrid de Mourinho en Europa. Todo lo contrario a lo ocurrido en los siete años anteriores, donde el sueño de la Décima se evaporó en territorio ajeno. Parece que los disgustos en Turín, Roma, Mónaco, Múnich... son historia. Ahora se ha defendido esa condición de invicto en campos grandes o pequeños, incluido el Barça, y en eliminatorias o fases de grupo. Esa regularidad es la que te lleva a ser campeón de Europa. Desde la habitación de un hotel, un palco o en el banquillo, algo tendrá que ver el técnico. Tan arisco como perfeccionista.
Cierto que hubo un partido de esos siete en el que se habría cambiado la clasificación por una primera derrota. El de semifinales. Pero eso es otra historia. También influye que para Mourinho la Champions sea una prioridad absoluta. Apenas practica experimentos, salvo un desvarío puntual en Francia el pasado año o el ataque de pánico ante el Barcelona. No olvidemos que las rotaciones fueron la tumba de otros que precedieron al portugués en el cargo. En Zagreb se repitió la historia. El once titular para no ofrecer concesión alguna. Sin florituras, sin alardes. Es la Champions.