El final feliz de Antón

Los guionistas de la Vuelta a España son buenos, muy buenos… Unos guionistas de Oscar. Lo que ocurre es que a veces los planes no les salen como ellos habían previsto y los actores tienen que improvisar. Pero incluso así, el desenlace es a veces incluso mejor que el original. Eso es precisamente lo que ocurrió camino de Bilbao, con ese apoteósico triunfo de Igor Antón en el regreso al País Vasco de la carrera 33 años después.

Los guionistas de la Vuelta (llámense Javier Guillén, Abraham Olano o Paco Giner) habían escrito una gran historia para Igor Antón. El 4 de septiembre le colocaron en el recorrido el Angliru, que no pudo conocer en 2008 porque se accidentó por el camino. El día 7 le pusieron Peña Cabarga, a cuyas cuestas tampoco pudo llegar en 2010, cuando vestía el maillot rojo y exhibía un estado de forma sublime, a causa de otra caída. Y dos días después estaba programada la meta de Bilbao con dos subidas a El Vivero, el puerto donde dio sus primeras pedaladas, y con su localidad de Galdakao en el itinerario.

El final feliz de esta gran historia, el que estaba escrito y no se cumplió, era la llegada de Igor Antón a casa vestido de rojo, con la Vuelta a España en el bolsillo y escoltado por el Euskaltel, esa selección de Euskadi en el ciclismo. Pero el guión falló aquí, porque el vizcaíno no llegó a la carrera con la misma condición física que el año pasado y perdió toda opción de luchar por la general desde la primera semana.

El actor principal, sin embargo, no ha querido conformarse con el papel de secundario y ha buscado un final feliz diferente, pero tan entrañable o más que el previsto en el guión inicial. El equipo Euskaltel persiguió con ahínco la victoria en el regreso de la carrera a Euskadi. El último ganador en una etapa de la Vuelta por estas tierras había sido Txomin Perurena el 14 de mayo de 1978 en San Sebastián. Y su sucesor, otro ilustre ya, ha sido Igor Antón, que convirtió el retorno al País Vasco en una fiesta del deporte. En un día histórico.

En la etapa de Bilbao vimos muchas lágrimas. Las del Miguel Madariaga, las de Igor Antón y sus familiares, las del propio líder, Juanjo Cobo, cuando el público le vitoreaba en el podio. Creo que el regreso al País Vasco de la Vuelta ha sido una de las jornadas más grandes del ciclismo en los últimos tiempos. Por su emotividad. Y porque viendo a los aficionados vascos en la carretera, todavía no entiendo cómo hemos podido pasar tantos años sin ellos. Aquí estáis otra vez, os echábamos de menos.

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