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Panevezys se convirtió en Saitama

De golpe, Panevezys se convirtió en Saitama y lo más sorprendente de la exhibición de España fue que nos sorprendiera. Quitando la fabulosa final de Pekín, rara vez hemos visto durante estos últimos años desencadenarse el vendaval de talento que está Selección posee. Presa a partes iguales de la estricta pizarra, de los nervios en aquella final de Madrid y de las ausencias de Pau y Calderón en Turquía, España ha ido ganando (casi siempre) con la sensación de que se dejaba algo en el depósito. La primera parte de ayer fue perfecta y el maquillaje posterior de Lituania (loable que nunca bajase los brazos pese a la que le estaba cayendo) no pasa de anécdota. La conclusión es evidente: nadie en el mundo FIBA puede jugar como España. El misterio es por qué tan a menudo España no ha logrado jugar como sólo puede hacerlo España. Con lo realmente serio del campeonato por delante, esa es la cuestión que Scariolo y compañía deben responder.

Ayer se solucionaron tres problemas acuciantes: el de los bases, con un Calderón excepcional en los primeros cuartos; el de los triples, con un 13 de 26 que, aunque no se repita, sí dará confianza; y el de la timidez de Ibaka, que se desató en el tramo final, mate va, mate viene, hasta los 15 puntos. También se aclaró bastante la rotación, al jugar muy poco Sada y nada San Emeterio y Claver. Este partido señala el camino hacia el oro y ahora sólo falta que, galopando a lomos de tanta confianza, Scariolo afloje las riendas al talento.