Özil y los ojos de Billy Wilder
Si no lo veo, no lo creo. Aquella noche de los Oscar de 1993, Fernando Trueba, la mirada traviesa del cine español, dijo que quería creer en Dios, pero sólo creía en Billy Wilder. A una parte importante del madridismo, tal vez el sector más desesperado, quizá el más vehemente, le pasa algo parecido, cambiando el Oscar por una Copa del Rey: quisiera creer en el Real Madrid, pero sólo cree en José Mourinho. Una fe vista con otros ojos. O sólo una cierta forma de observar la realidad, ajustándola a lo que vamos viendo.
Sucedió algo así el año pasado: en algunos tramos de la temporada dio la sensación de que Özil era un futbolista bajo sospecha, una pieza que su entrenador podía cambiar por casi cualquier motivo, una guinda que hacía más bello un equipo que no estaba pensado para seducirnos con el mal de Stendhal. Se veía. Pero algo falla en esa pista lógica que llevaba directamente a pensar que el entrenador, Mourinho, desconfiaba de un futbolista fichado por él mismo. Reforzado de nuevo el Madrid para discutirle el dominio del fútbol al Barcelona, nos damos cuenta de que no hay fichajes para el puesto de Özil. El Marty Feldman merengue no tiene recambio, es imprescindible. Lo veremos, aunque a veces Mou mire para otro lado y le quite. Nadie es perfecto.