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¡Cómo nos pesa el cuello!

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Por primera vez me fijé en una Selección que no fuera la absoluta en el Mundial Júnior de 1999, disputado en Lisboa. Aquel equipazo, adiestrado sabiamente por Charly Sainz de Aja, nos enamoró al derrotar en la final a los endiosados universitarios de Estados Unidos con una generación inolvidable: Pau Gasol, Navarro, Felipe Reyes, Raúl López, Carlos Cabezas, Berni Rodríguez, Germán Gabriel... Esa convulsión fue un preámbulo de la década prodigiosa que nos ha deparado la ya mítica Era Pepe Sáez.

El presidente de la Federación Española, que empezó como meritorio en la Andaluza, me insistió en su momento en que la clave consistía en "cuidar la base para asegurar los éxitos del primer equipo". Me sonaba a discurso previsible y demagogo, pero le infravaloré. Pepe Sáez tenía un plan y lo ha ejecutado con una precisión que asusta. La prueba ha sido este verano de muchas luces y pocas sombras (lo del Europeo femenino en Polonia fue un accidente).

Durante las vacaciones hemos sufrido un bendito empacho de medallas y de siglas numéricas. Un día eran los Sub-18, otro los Sub-16, en Bilbao los Sub-20 (¡Mirotic jugón!)... Unas veces eran las chicas, otras los chicos. Oro, plata y bronce. El podio copado. Lo grande es acostumbrarse a morder metal. Se acabaron los años de los complejos. Ni somos pequeños ni somos inferiores a nadie. Somos gigantes. De estatura y de espíritu. Será el gran legado de don José Luis Sáez.