¿Un fichaje por los pelos?
Terrible, terrible", dijo Bill Nicholson, eterno mánager del Tottenham, el día que el fotógrafo del club reveló la foto oficial del equipo: demasiadas melenas. La mandó repetir con la autoridad del míster que tiene un doblete. Pero eso había sido casi una década antes. Era 1970 y el pelo corto no había traído más Ligas. Poco después, unas greñas con patillas ganaron la UEFA de 1972.
La mayor revolución del balompié moderno, del fútbol del siglo XXI, es una cuestión de cabeza. Ni dinero, ni marketing, ni televisión, ahora todo está en la cabeza de los futbolistas. En su pelazo, concretamente. Sólo los ingleses, que por algo son los creadores de este invento, se han tomado en serio (de Bobby Anasagasti Charlton al estilismo de Beckham hay para una tesis doctoral) la relación entre peinado y fútbol, pero falta que alguien se lance a reescribir la historia del fútbol a través de sus permanentes, o la ausencia de ellas. No habría grandes cambios con la historia oficial, porque el Real Madrid seguiría encabezando la gloria capilar del fútbol. Más si cabe si llega Neymar, del que muchos siguen mirando antes su pelo que sus regates. Basta. Hasta que se decida, olvidemos las tijeras de Bill Nicholson.