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Decretazos que surten su efecto

Me encanta el GP de Gran Bretaña. La afición británica respira F-1 por los cuatro costados, es un público especial, como el circuito de Silverstone, tradicional y muy exigente. Por eso, cuando su enemigo número uno, Fernando Alonso, se pasea con el Ferrari 375 de Froilán Rodríguez, le vitorean como si fuera Jim Clark con su Lotus 49; o cuando el asturiano sube a lo más alto del podio, tras realizar una carrera sublime, le aclaman como si hubiera vencido uno de los suyos. Inventaron este deporte y nadie mejor que ellos saben lo que es competir con nobleza o ganar con honor, sin marrullerías ni artimañas.

Por eso estoy seguro que a ellos, como a mí, no les gustó nada ver en el podio a Domenicali. Este personaje, junto a Luca di Montezemolo y Jean Todt, no representan nada de lo que se respira en Silverstone. Entre los tres, más Ecclestone, han conseguido a base de decretazos reglamentarios tapar las vergüenzas de los ingenieros de Maranello, desmejorando el RB7 hasta igualarlo al F150º. Ferrari ya hizo lo mismo en 1993, cuando acabó con la suspensión activa del Williams FW15C. ¿Se imaginan que habría sucedido si en vez de un Red Bull hubiera sido un Ferrari? Yo sí: nada, como en 2004.