Las caídas lastran al Tour

Tenía medio escrito un análisis sobre el primer tercio del Tour de Francia, pero pasaron tantas cosas camino de Saint Flour, que lo he tirado directamente a la papelera y he decidido empezar de nuevo. En el ‘post fulminado’ venía a decir, más o menos, que después de cubrirse nueve días de carrera, todavía no teníamos demasiados datos sobre quién de los grandes anda mejor. Parece que Cadel Evans está súper, que los hermanos Schleck eclosionarán de un momento a otro, y que Contador no tiene la frescura de otras ocasiones. Y concluía diciendo que hasta la llegada de la gran montaña, este jueves con Luz Ardiden, no íbamos a tener conclusiones más definitivas.

Una parte de este análisis se mantiene vigente, pero tras ver las imágenes que han cerrado esta primera parte del Tour, el cuerpo me pide escribir de otra cosa. Estas nueve etapas no han dejado demasiadas pistas sobre el ganador, pero sí han decidido quién no estará en el podio de los Campos Elíseos. Allí ya no llegarán ni Vinokourov, ni Van den Broeck, ni Horner, ni Brajkovic, ni Wiggins… Y no es descartable que a la lista se unan, antes o después, Klöden, Gesink o incluso Contador, todos ellos con heridas de guerra. A estos ciclistas no les ha eliminado de la puja por la general ningún abanico, ni ninguna estrategia de sus rivales… Se han quedado fuera por accidentes.

Hay accidentes y accidentes. Las caídas son inherentes al ciclismo. Como ya escribí alguna vez por aquí: no hay ciclismo sin caídas. No podemos echarnos las manos a la cabeza cada vez que rueda un corredor por los suelos, porque está en la naturaleza de este deporte. Pero sí podemos plantearnos cuándo y cómo es evitable. En lo que llevamos de Tour, han ocurrido varios accidentes por culpa de agentes o factores externos: en la primera etapa, una espectadora despistada a pie de carretera; en la quinta, el motorista de Getty se llevó por delante a Sorensen; y en la novena, un coche de France Television arrolló a Flecha y Hoogerland.

  

Luego hay otro tipo de caídas, que vamos a llamar deportivas. Tal vez algunas también podrían ser evitables con simples variaciones del recorrido. Cuando debuté como periodista en el Tour en 1992, una de las cosas que más me impresionaron fueron las innumerables caídas en la primera semana de carrera. No es un problema de ahora. Al Tour llegan los mejores corredores del mundo, en su mejor momento de forma del año, y en las etapas iniciales todos se ven con opciones de hacer algo grande. Quieren rodar arriba, y arriba no caben todos. Hay mucho nerviosismo. Quizá colocando una contrarreloj o una llegada en alto en las primera jornadas para aclarar la clasificación general, se frenarían los ímpetus y se reducirían los riesgos. Quizá… Ahí dejo la idea.



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