¿Y si el enemigo es Evans?

En la mañana del martes, durante una entrevista digital en as.com, se me instó a mojarme con el podio final del Tour. Mi pronóstico, por este orden, fue el siguiente: Alberto Contador, Cadel Evans y Andy Schleck. La única originalidad, si me lo permiten, fue colocar al australiano por delante del luxemburgués, cuando esta edición parecía reducida a un mano a mano entre Contador y Schleck. Esa misma tarde, el desenlace de la carrera dio un empujoncito a mis artes adivinatorias, porque Evans se impuso en el Muro de Bretaña y se quedó a un segundo del maillot amarillo.

El propio Contador, tras la contrarreloj por equipos, había apoyado esta apuesta: “Evans también será un rival peligroso, porque está en buena forma y después de la montaña tendrá la contrarreloj de Grenoble a su favor”. Y el Muro de Bretaña le sirvió para probar el presagio en sus carnes cuando Evans le batió por apenas tres dedos, mientras que Andy Schleck se dejaba ocho segundos por el camino.

A sus 34 años, Cadel Evans está cubriendo una óptima temporada, con sus victorias en las generales de la Tirreno-Adriático y la Vuelta a Romandía. Dispone de una dilatada experiencia en grandes rondas y, como él mismo ha explicado, tiene clavados sus dos segundos puestos en el Tour de Francia: “Me quedé a las puertas de dos victorias por muy poco tiempo, así que me interesa cualquier ventaja y sé cómo debe valorarse hasta el mismo detalle”. Se refiere a los años 2007, cuando terminó a 23 segundos de Contador, y 2008, cuando finalizó a 58 de Carlos Sastre.

Evans, además, ha cambiado en su forma de correr y en su carácter después de adjudicarse el Mundial 2009 en Mendrisio: “Fue una liberación, después de tantos segundos puestos y de tantos infortunios”. Antes era un ciclista más bien reservón y garrapata, pero ahora se le ve con frecuencia lanzado al ataque. También es un corredor más abierto para sus compañeros, el público y los medios de comunicación, lejos de aquel que pasó a profesionales con grandes ínfulas y continuos caprichos, porque venía de ser una estrella del mountain bike, donde fue campeón del mundo en pleno esplendor de esta disciplina. Se ha llevado tantas lecciones desde entonces, empezando por aquel Giro de Italia que perdió en 2002 con un pajarón camino de Folgaria cuando iba vestido de rosa, que Evans ha intercambiado la presunción y la vanidad por el aprendizaje y la madurez ideales para ser algo más que un segundón.

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