Jugando a Sherlock con el caso Kun
Desde Sherlock Holmes al doctor House, la ficción nos ha enseñado el camino para solucionar los misterios más intrincados: la deducción es la mejor salida, dibujar dos escenarios y elegir el más factible. Juguemos, pues, con el caso Agüero. Lo que escriba a partir de aquí está basado en la suposición, en rellenar vacíos a través de la lógica e intentar meterse en la mente de otros. Veamos.
Primer escenario. Una estrella del fútbol se despierta un día y, de golpe, decide irse de su equipo. Informa a su todopoderosa agencia de representación y esta le jalea: "No tenemos nada atado con nadie, pero salta al vacío, ya saldrá algo". La noticia pilla por sorpresa a su club, pese a que acaba de renovarle bajándole la cláusula. Por amor al arte, el jugador se dedica a faltar sin necesidad a su antigua afición, flirteando con su gran rival, pese a que este no tiene interés en él, porque prefiere pagar lo mismo por otro sin bagaje en Europa y con fama de conflictivo. Nuestro héroe se queda compuesto y sin novia, odiado en su antigua casa y sin más pretendiente que uno que no le asegura mejoría deportiva y le ofrece peor calidad de vida por ciudad y estilo de juego. ¿Verosimilitud? Escasa.
Segundo escenario. Una estrella del fútbol ve que su equipo se le queda pequeño, no quiere mudar a su familia y sabe que el grande de la ciudad le desea. Se lo dice a su club y a sus agentes, todos dan el visto bueno y se pacta con el enemigo. ¿Cómo vender esto a la despechada afición? Teatro. El jugador se gana la antipatía de sus ex hablando de más, el club de origen asegura que nunca negociará y el de destino finge perseguir a otros. Tiempo después, con la hinchada ya harta, es más fácil vender el negocio. "Nos vimos obligados, era la mejor oferta y, total, es un traidor". "Nos fallaron nuestros preferidos, esto surgió hace pocos días". Asunto resuelto, todos contentos e incendio controlado. ¿Verosimilitud? Elevada.