Mirar para otro lado

La Unión Ciclista Internacional ha aprobado la introducción del artículo 364bis en el Reglamento Antidopaje, por lo que los equipos cargarán con los costes de los positivos de sus corredores, que actualmente asumía la propia UCI. Me parece una buena medida. Más vale tarde que nunca. Los grupos deportivos se han ido históricamente de rositas de muchos casos de dopaje. Y con esto no estamos afirmando que ellos hayan sido siempre cómplices de lo que hacían sus corredores, ni mucho menos.

El dopaje suele (o solía) funcionar de tres formas en el ciclismo. O hay (había) un dopaje organizado por el equipo, una práctica más propia de un tiempo no muy lejano que del presente. O el ciclista se dopa (se dopaba) con un hipócrita beneplácito del equipo, que primero hace (hacía) la vista gorda y luego se alarma (alarmaba) con los escándalos. O el corredor consume (consumía) productos prohibidos de forma unilateral, o en complicidad con otros compañeros, a espaldas de los técnicos y los médicos de su escuadra.

La culpabilidad del equipo en los dos primeros supuestos es obvia. En el tercer caso, sin embargo, los grupos deportivos pueden sentirse víctimas por los fraudulentos actos de su corredor, que con un positivo daña la imagen de su patrocinador. Aun así, yo opino que siempre es responsabilidad de las escuadras que sus ciclistas compitan con limpieza. Los controles internos deben ser una prioridad. En este sentido, es cierto que ha habido más de un corredor que ha sido apartado de carreras por presentarse con valores anómalos. Pero también podemos aportar aquí el ejemplo contrario, como aquel director que decía: “Yo en la habitación de mis ciclistas miro para otro lado”. (No voy a citar su nombre, porque la frase se produjo siempre en conversaciones privadas, pero este técnico ha acabado pagando las consecuencias de su política).

Con esta medida, la UCI lo que intenta (además de ahorrarse un dinero) es que los equipos no miren para otro lado, sino que se responsabilicen de sus propios integrantes y que acentúen su vigilancia interna. Me consta que ya hay muchas escuadras que lo hacen (unas con más rigor que otras), por lo que nada de lo que estoy escribiendo aquí debe entenderse como una generalidad.

En estas mismas reuniones, celebradas en Maastricht, se han tomado otras decisiones antidopaje, quizá menos acertadas. Por un lado, se limita la posibilidad de integrar el cuadro técnico de los equipos a aquellos corredores que hayan cometido una infracción. Y por otro, no se contabilizarán los puntos conseguidos por los ciclistas que vuelvan a la competición después de una sanción. Entiendo la filosofía de estas normas y su carácter disuasorio, pero no me gustan porque cualquier persona merece una oportunidad de reinserción (en cualquier ámbito de la vida) y nunca un castigo eterno.

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