El árbitro de la elegancia
A pesar de la presión del márketing, e incluso del influjo de algunas segundas equipaciones de juzgado de guardia, el fútbol continúa siendo uno de los pocos campos de la modernidad donde todavía rige la ley de Beau Brummell, el árbitro de la elegancia, el caballero que determinó, allá por el siglo XIX, como sería la moda masculina del futuro: "Si la gente se gira para mirarte por la calle, es que no vas bien vestido", proclamó Brummell, el de la colonia, sí, el mismo que sigue vigilándonos desde su estatua londinense en Jermyne Street, la calle de los sastres.
El Real Madrid parte con ventaja: el color blanco impide los alardes de diseñadores y artistas de dudosa catadura, empeñados en dar una vuelta de tuerca anual a la esencia de los clubes. Ya no cabe el debate entre lo futbolero y lo estético: la camiseta es negocio, por eso se agradece que Adidas superase su crisis estética de finales de los 80, principios de los 90 (toda la culpa la tuvo esa camiseta de Alemania con la cenefa de la bandera ondulante tricolor) bajo la presión fashion de Nike y el aire retro de Umbro, entre otras. Apostar por el regio dorado, volver a los cuellos, simplificar en ribetes y escudos... son matices sobrios en una línea continuista que por fin ha calado también en lo deportivo.