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Una apuesta muy difícil de justificar

Todos hemos tenido una pareja así a los veintitantos: maja pero no encantadora, espabilada pero no brillante, mona pero no una belleza. Un 6, vamos. Y rompes, porque estás bien, cómodo, pero ni te llena ni te ves junto a ella 20 años más tarde. Si a los 40 te reencuentras y te casas con ella, es que te has rendido. Sólo quieres una vida cómoda, sin sobresaltos, riesgos ni emociones. Manzano es esa novia para el Atleti. No me malinterpreten, Goyo es un buen entrenador y en su primera época en el Manzanares rozó Europa con una plantilla mediocre más un Torres enorme. Un trabajo suficientemente digno para que resultara injusto no renovarle entonces y escasamente brillante para justificar ahora su regreso. Así lo cree la afición, que se aburrió con su doble pivote defensivo y se sintió dolida por su trato a Movilla, uno de los preferidos de la grada.

La encuesta de AS.com canta: sólo el 21% le considera el adecuado. Y a nadie puede sorprenderle está reacción ante un fichaje que suma cero ilusión cuando la hinchada más lo necesita. ¿Cómo hemos llegado aquí, entonces? Por obra y gracia de la dañina bicefalia: Luis Enrique era el candidato de Gil Marín, Caparrós (o Pantic) el de Cerezo y, como ya les importa más no ceder que acertar, llega Manzano avalado por Caminero, con el que, cosas de la vida, comparte agente. Además, esta elección deja claro que el cacareado proyecto de cantera que pregonaban máximo accionista y director deportivo sólo era humo para suavizar a la afición. Si la apuesta es la cantera, no hay manera de justificar la llegada de un técnico que nunca ha creído en ella. Un sinsentido. En fin, ojalá Manzano tenga suerte, pues de eso trata este Atleti: de pura fortuna. De ideas y planes ni hablamos.