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La historia del Everest y el Lhotse

Mis compañeros de AS piden mi opinión sobre la polémica de las últimas expediciones al Lhotse y el Everest. Trataré de hacerlo con el mejor corazón, pues en todas ellas tengo amigos, la cabeza fría y la única virtud exigible a un periodista: honestidad. Me parece una equivocación ir en las condiciones actuales a escalar estas montañas por la ruta normal si se quiere hacer una actividad con valor deportivo. Todos los que tienen experiencia sabían que este año el número de expediciones abocaría a historias lamentables que tan mala imagen transmiten. Se equivocaron bastante, y desde luego Juanito, en la organización, logística y ejecución de la expedición. Sin embargo, Oiarzabal tiene razón al exigir respeto, decir que él no puso la vida de nadie en peligro y afirmar que no le rescataron. Las fotos publicadas no estaban hechas a más de diez minutos del campo base. Su estado obedecía a un motivo real, y no a una exageración, como han confirmado los doctores de Vitoria: ha tenido un trombo en el pulmón y todavía tiene otro en la pierna que exigirá tratamiento.

No se equivocó tampoco Carlos Soria al ponerse la botella de oxígeno en la última parte de la ascensión. Carlos demostró que es un alpinista clásico, que no antiguo, pues hizo una ascensión de manual. Sin embargo los tres rescatados creo que cometieron una imprudencia: fueron advertidos de que se dieran la vuelta y no hicieron caso, estuvieron a punto de morir, han bajado, alguno de ellos, con congelaciones muy graves y además pusieron en peligro la vida de los que subieron a rescatarlos. Tampoco fue correcta la conducta de Isabel García y Carlos Pauner en el Campo 2 con los rescatadores, con quienes tuvieron agrias palabras. Y no dice nada a favor de alpinistas de élite, ni los del Lhotse ni los del Everest, esperar en el campo base a que los sherpas colocasen las cuerdas fijas hasta las cimas de una y otra montaña.

He leído la convocatoria de prensa de la expedición de Edurne y me parece imposible que haya sido avalada por ella o un colega como Ferrán Latorre, a los que conozco desde hace años. Por mucho que uno quiera administrar su fracaso no debe llevar a faltar a la verdad. Nadie de la expedición de Pasaban se movió del campo base en las 24 horas que duró el rescate. Desde allí se hicieron labores burocráticas. No puede ponerse como excusa para volver a intentar la escalada del Everest para la que tuvieron una hermosa ventana de buen tiempo, pues el día 26 volvió a hacerse cumbre en el vecino Lhotse. No pueden arrogarse el mérito de haber salvado tres vidas, que les corresponde a los argentinos Benegas y Erroz, y varios sherpas de los que no he encontrado sus nombres. Me parece pomposo decir que ha sido "una gesta sin precedentes". Echaron una mano con los teléfonos, y sus sherpas ayudaron a Juanito en la última media hora, pero hay que ser humilde. Lo mejor es reconocer los errores, analizar los fallos y volver a la montaña con la lección aprendida.