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Martín Presas decide si sigue la fiesta

"Ha sido el ascenso más meritorio", le escuché ayer a Michel, autoridad en la materia, porque suma cuatro con el Rayo, su equipo desde la infancia. Y los festejos, pues, han sido directamente proporcionales a las dificultades. Ayer, entre el cava, los coros de 'La vida pirata', la ronquera feliz de la plantilla, las fotos de un barrio feliz y entusiasmado, recordé aquella semana de finales de febrero en que se anunció el preconcurso de acreedores, el equipo fue vapuleado en Huesca y María Teresa Rivero aludió a la falta de compromiso. La peor acusación en el peor momento. Y ahí, en plena tempestad, Sandoval manejó bien el timón. Con apuros, sufriendo, el equipo le ganó al Alcorcón, al Villarreal B y al principio de depresión que se apoderaba del vestuario. Ahí estuvo el ascenso.

Ahí y en el convencimiento general de que llegar a Primera era, a la vez, el objetivo y la solución, el todo o nada. Pero en el fútbol siempre es día después y éste tiene suspense. Más de media plantilla acaba contrato. Y, por falta de tiempo, no se ha disipado la incertidumbre sobre Raúl Martín Presas, que emprende una carrera contra el reloj de puertas afuera y también de puertas adentro. Porque esto consiste en convencer a los acreedores, a Hacienda y a la Seguridad Social, pero también al núcleo duro del éxito, de que el futuro no se parecerá al pasado. Empezando por Sandoval, novillero en septiembre, primer espada ahora. Y siguiendo por un vestuario escamado que sólo se mantendrá en el barco si intuye estabilidad. La clave está en que Martín Presas se haga creíble y evite la desbandada.