La sanción a Simoncelli fue injusta
Vaya por delante, por supuesto, que lamento un montón la lesión de Dani Pedrosa y que espero que pueda correr el próximo gran premio en Montmeló. Yo creo que desde Barry Sheene no veía a un piloto lesionarse de gravedad cada vez que se caía. Es increíble. Y también dejo claro que si alguien no pone orden en este Mundial de MotoGP, me temo que la cosa va acabar mal. Y no se engañen, no estoy señalando a Marco Simoncelli, que ayer recibió en Le Mans el castigo más severo y desproporcionado que hasta ahora yo había visto en el Mundial de motociclismo; me refiero a toda la parrilla de la categoría, desde Valentino Rossi a Jorge Lorenzo, pasando por los técnicos, mecánicos, mánagers, comisarios, dirigentes y federativos.
La maniobra de Simoncelli fue arriesgada, pero también fue muy audaz, como la que hizo unas vueltas antes Lorenzo a Dovizioso. Así es el motociclismo, un deporte en el que es difícil establecer el límite entre lo que es valentía o temeridad. También es su atractivo. En cambio, lo que sí quiebra la naturaleza del motorismo es disputar carreras en los despachos. Vale todo con tal de fastidiar al rival. Y la resaca de esto la vimos ayer: Stoner boxeando con De Puniet; Pedrosa con la clavícula rota; Simoncelli gilisancionado; pilotos impartiendo justicia; locutores descontrolados Una locura. En Montmeló, Carmelo Ezpeleta debería regalar a todos un libro sobre Mike Hailwood, un noble y ejemplar piloto que llevaba impreso en el carenado de su moto una leyenda: "For Love Of The Sport".