El 'sterrato' y el asesino Steinès

Es una de las grandes historias del ciclismo. Henri Desgrange, creador del Tour de Francia, envió a uno de sus redactores de ‘L’Auto’ a supervisar la viabilidad del paso por el Tourmalet. Alphonse Steinès, que así se llamaba, mandó un telegrama en otoño de 1909 en el que decía: “Atravesado Tourmalet. Muy buena ruta. Perfectamente practicable”. Steinès estaba mintiendo, porque la nieve había bloqueado su vehículo y no había podido coronar el puerto. Una bendita mentira. El coloso de los Pirineos se incluyó por primera vez en el Tour en 1910. Y cuando lo coronó Octave Lapize, vencedor posterior de la carrera, gritó a los organizadores: “Sois unos asesinos”.

Han pasado cien años ya y el Tourmalet se ha convertido en un icono del ciclismo. Si alguien cuestionara su inclusión en la Grande Boucle se le etiquetaría de loco. Lo mismo podemos decir del pavés de la París-Roubaix. Siempre ha habido quejas de corredores y directores respecto a los recorridos. Y me parece justo escucharlas, debatirlas y tenerlas en cuenta, pero sin hacer ‘palabra sagrada’ de cada lamento. Ahí queda la frase de Lapize, para la historia. Y yo he llegado a escuchar críticas (y publicadas están) hasta del fuerte viento que sopla en los desiertos del Tour de Catar.

Digo esto porque los tramos de tierra del Giro de Italia han vuelto a generar un profundo debate entre la gente del deporte. ¿Hay que primar el espectáculo? ¿Hay que primar la seguridad? ¿Son compatibles ambas cosas en las ‘strade bianche’? Yo soy de los que piensan que el ‘sterrato’ hace más favor que daño al ciclismo. Una etapa como la de Orvieto, sin esos sectores de tierra prensada, se hubiera limitado a los movimientos del repecho final. No fue así. Las carreteras sin asfaltar mantuvieron el interés del aficionado, como lo mantienen cada año el pavés de Roubaix, los muros de Flandes, los Pirineos de Steinès o los ‘anglirus’ de turno.

Muchas de las voces contrarias al ‘sterrato’, respetables todas ellas, se quejan de la peligrosidad que generan estos tramos de tierra en las bajadas. Quizá tengan razón. Pero si nos remitimos a las pruebas, el único accidente grave que hemos visto en esta etapa no ocurrió en ese sector, sino en una carretera asfaltada. Lo que no entiendo es el clamor que produjo la caída de Tom Jelte Slagter contra el recorrido del Giro. Si hay que reivindicar seguridad en las grandes vueltas, no se pueden utilizar como argumentos el suceso fatal de Wouter Weylandt, en un descenso sin ninguna irregularidad, ni este incidente del neoprofesional del Rabobank, en el que nada tuvo que ver la arena. Me parece un recurso muy oportunista y hasta de mal gusto.

Desde que el ciclismo es ciclismo, siempre hubo carreteras sin asfaltar. Siempre. Y como ya argumenté en mi entrada anterior del blog, nunca ha habido carreras sin caídas. Nunca. Dicho esto, me parece constructivo debatir sobre seguridad. Pero no nos olvidemos de cuál es la esencia del ciclismo y la herencia del ‘asesino’ Steinès.

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