Juanjo y su 'Cita con la cumbre'
Parece un personaje de una de esas novelas de aventuras de Joseph Conrad: un marino curtido en los mares del sur, un púgil de fortuna, un torero o un espía al servicio de su majestad británica. Viéndole gesticular sus manos amputadas uno llega a pensar que podrían ser de un vizcaíno de esos de los Tercios de Flandes, capaces de extender las fronteras del imperio de un rey que apenas les pagaba, pero con un orgullo y un valor sin límites. Los que conocemos a Juanjo San Sebastián sabemos que esos son valores que le sobran. Ser valiente no es una opción más, es la única para reconocerse todas las mañana en el espejo y no sentir vergüenza.
Y mi amigo lo es. Hace ya 17 años que Juanjo vivió uno de los dramas de montaña más impresionantes de cuantos conozco. Y lo ha narrado con maestría en un libro imprescindible: 'Cita con la Cumbre' (Desnivel). No es un libro sólo para montañeros; es un libro sobre amistad, descubrimientos, pérdidas y ausencias, que se desarrolla en torno a la segunda montaña más alta del mundo. En 1994 nuestro equipo atacaba nuevamente la cima del K2 por su vertiente norte, la más abrupta y exigente. Juanjo llevaba once años persiguiendo esa montaña, que se había convertido para nosotros en el símbolo de nuestro "filo de lo imposible". Siempre habíamos estado cerca de su cima pero no nos había dejado conseguirla. Una montaña tan dura como el K2 sólo la posees con su beneplácito, si ella te abre la puerta de su cumbre y tú eres capaz de estar a su altura. Juanjo y nuestro compañero Atxo Apellaniz lo consiguieron, al fin, en el atardecer de un 5 de agosto. Desde abajo observé con preocupación como nubes de tormenta envolvían la cima justo a esa hora. Luego vivieron cinco días por encima de siete mil metros, mientras se les escapaba la vida. Juanjo podría haberse salvado pero prefirió quedarse con Atxo y eso le costaría la amputación de ocho de sus dedos.
Pero Atxo no murió solo en la montaña sino rodeado de amigos. Esa es la historia que Juanjo nos cuenta y, de paso, nos emociona. Es una historia de pérdidas, "algunas de las cuales nos enriquecen", de soledades, de búsquedas imposibles, de citas a las que no se llega. Y de ausencias dolorosas, que nos hacen mejores. Porque, como bien canta Imanol (un músico querido por Juanjo, que nos llevaba a los campos base) en un poema musicado de Lope de Vega, "a lo que es temporal, llamar eterno, es lo que llaman en el mundo ausencia". No se lo pierdan.