Una victoria oportuna del Valencia y Soldado, eficaz
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Me alegro muchísimo por Soldado. Había recibido dos palos públicos últimamente. Hace unas semanas lo recibió de Unai cuando explicó por qué debía asociarse más con el equipo y jugar menos para él. Una crítica constructiva, pero pública, que le incomodaría bastante. Y después la revelación por mi parte aquí de que la noche que Vicente tuvo un altercado a las cinco de la madrugada no estaba sólo, sino acompañado por tres compañeros más. Uno de ellos Soldado. Avatares de la vida. El segundo evitable. A Soldado le atropelló la casualidad para verse envuelto en algo que no es habitual en él desde su matrimonio y doble paternidad. Y ayer el destino quiso regalarle una noche feliz: cuatro goles y ya van 17 esta temporada. Eso dulcificará sus heridas y la lección de la vida.
Le tenía temor al partido de anoche. Una derrota hubiese abierto una crisis y un río de miedo de consecuencias impredecibles. El Valencia mostró todas sus caras ayer. El Valencia insípido que pierde 1-0 al descanso; el que se rebela al inicio de la segunda y empata; el conformista e inexplicable que empieza a dejar que se le suba a las barbas el contrario con el 1-1; y, por fin, el que remonta gracias a la suerte de tener en frente a una defensa todavía mucho peor que la suya. Porque ayer hizo cuatro goles casi de la nada y encajó dos que pudieron ser tres, también desde la nada. P.D.: Ayer noche cuando llegaran y si hubieran entrenado el lunes, es una noche oportuna para salir de fiesta y acostarse tarde si hiciera falta, bebiendo con moderación. Todo tiene su momento, si se tiene cabeza para algo más que para ponerse una gorra.




