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Su puesto es para un canterano

Futbolistas como Khedira no están hechos para el público. Y menos si no se han formado en la casa y cuestan diez millones. Recupera menos balones que Xabi Alonso, no ha marcado un gol y suma dos asistencias en 35 partidos, aunque siempre anda a la cabeza en kilómetros recorridos. Ahí, en jugar sin la pelota, en quitarle espacio al adversario, debe residir su encanto. Lo ve Mourinho, pero no la grada, más inclinada al dinamismo de Lass para ese mismo papel.

Sin embargo, Khedira reivindica la importancia de los actores de reparto. En Alemania nunca quiso ser Ballack y acabó quitándole el puesto. En el Madrid sólo espera el reconocimiento de su entrenador y de sus compañeros. Fue capitán de la selección alemana Sub-21 porque era el más maduro, que no el mejor del grupo. En eso siempre fue por delante de los demás. Tuchel, que le entrenó en el Stuttgart, dice de él que "es tácticamente perfecto porque es un perfeccionista".

Desde su primer día en Madrid tuvo un profesor de español (dicen que lo trajo de Francfort por su método revolucionario de enseñanza y que le costaba 1.000 euros diarios). "Un futbolista que ocupa un puesto tan importante no puede tener problemas de comunicación". Cuentan que durante la recuperación de una lesión de rodilla, siendo juvenil, leía libros sobre ejecutivos de éxito para superar el trance y que su padre, Lazhar, tunecino y casado con una bávara, no logró que hablara árabe pero sí que tuviera siempre los pies en el suelo. Se ha ganado el diez en conducta y profesionalidad, pero si la cantera del Madrid es incapaz de sacar un jugador así convendría cuestionar su utilidad.