Apofis y otras catástrofes
Tres años después de perderlo, los astrónomos han vuelto a ver a Apofis cuando emergía detrás del sol. Quizás lo recuerden: Apofis es un asteroide que se hizo famoso hace unos años cuando se calculó que había una posibilidad entre 37 de que, en 2029, lo pudiésemos ver todos a simple vista. En concreto, justo antes de que se estrellase contra nuestro planeta. De nuevo, un anuncio del Apocalipsis nos escalofriaba, aun cuando no fuese mas que una probabilidad más bien remota. Lo que ahora está ocurriendo en Japón también acaba de ser calificado como apocalíptico, y -esta vez sí- razones no parecen faltar: miles de muertos y cientos de miles de damnificados, la tercera economía del mundo golpeada muy gravemente y una crisis nuclear que empeora cada hora. Cómo ya nos anunciaron los profetas, ahora el Apocalipsis también es global: los resultados catastróficos del tsunami japonés también nos llegarán a nosotros.
Sólo emerge la débil luz esperanzadora del puñado de técnicos que decidieron quedarse -nadie mejor que ellos sabiendo a lo que se exponían- luchando contra el desastre. Ellos, y sus compatriotas aguantando la catástrofe con abnegación y disciplina, soportando con paciencia las colas o buscando a sus familiares, sin que haya habido un caso de pillaje, son la mejor metáfora de lo que realmente somos como especie frente a la fuerza de los elementos desatados. Un terremoto como el de Japón o Haití, un huracán como el Katrina o las inundaciones de Pakistán nos ponen ante la evidencia de lo frágil que en realidad es el mundo que hemos construido sobre un planeta que cuenta su historia por catástrofes: choques de meteoritos, extinciones masivas, glaciaciones, erupciones volcánicas, movimientos telúricos, fenómenos meteorológicos de inusitada violencia
Nos engañamos diciéndonos que lo podemos controlar, que la ciencia y la técnica nos mantendrán a salvo. Pero, a veces, la realidad llega en forma de aterrador tsunami para devolvernos a la verdad de nuestra vulnerabilidad, de la insignificancia de unos seres de un pequeño planeta perdido en "las orillas del océano cósmico". Gestos como los de ese grupo de técnicos en la central nuclear o la encomiable actitud del pueblo japonés frente a la desgracia nos descubre lo único que podemos hacer: sobreponernos con coraje y solidaridad para hacer frente a la adversidad y levantarnos de entre las ruinas para comenzar de nuevo.