A Özil le bastó una ocurrencia

A Özil le bastó una ocurrencia

Özil no es, todavía, futbolista para todos los partidos. Quizá nunca lo sea. Porque en compromisos de altísima temperatura lejos del Bernabéu se derrite su buen ojo para el juego. Y el de ayer la tuvo. Y es que el Lyon difumina extraordinariamente la frontera entre lo táctico y lo desagradable, entre la disciplina y el estacazo, entre el más acá y el más allá del reglamento, y eso le quita simpatía a su estilo, por otro lado eficaz. Abusa de la falta útil, jamás tolera una contra, no permite, por las malas, el segundo desborde. Eso empantana el juego y le quita ritmo al partido, circunstancias ambas muy nocivas para Özil, mejor jugador en los espacios largos que en los cortos.

Pero aún así, entendiendo que tiene más arte que valor, es mejor futbolista que cuando llegó, física, anímica y tácticamente. Ha marcado nueve goles y suma quince asistencias. En casi uno de cada tres tantos del equipo estuvo él, en primera o en segunda instancia, dato que revela que pesa de verdad en este Madrid. Le ha cerrado el paso a Kaká, al que, lamentablemente, el madridismo no echa de menos. Ni como titular ni como remedio. En vísperas de un partido trascendental como el de anoche no entraba en ninguna de las especulaciones sobre el once inicial.

Özil recorrió nueve kilómetros en Gerland sin dejar casi nada, pero un toque de tacón por la espalda tiró del hilo que desenredó la jugada del gol. Recibió de Benzema, corrió paralelo al área y con su maniobra de brocha fina abrió el pase a Cristiano y el pasillo al francés. A jugadores así hay que aplaudirles la ocurrencia y perdonarles la inconstancia, aunque cueste.